HISTORIAS DE SEXO II
Cap. 2.4
El Excalibur está ubicado en una de las mejores esquinas de Las Vegas, donde también están El Tropicana, el New York, New York y el MGM Grand. Sin embargo no es uno de los mejores ni más lindos hoteles/casino. Se parece más a Disney que a un castillo del medio evo, que es lo que intenta simular con su decoracion exagerada de la época feudal. Mucho caballero enlatado, mucho dragón, un Mago Merlín por ahí, y alguna que otra hada dando vueltas. Todo de colores violetas, rosas y blancos y alfombras azules y rojas...
En un principio me pareció copada la idea de que vayamos a su habitación. Un hotel grande siempre es mejor que un motel, que encima estaba un poco alejado. Pero a medida que íbamos saliendo del casino del MGM y nos encaminábamos hacia el Excalibur comencé a pensar si esa habría sido la mejor opción a pesar que la ruleta ya había decidido por nosotros. Por un lado, como ya dije, el Motel 6 en el que yo dormía quedaba a unas cuadras (largas). Eran unos 15-20 minutos pateando en la nada, porque para llegar había que cruzar dos avenidas grandes, una autopista y dos grandes terrenos baldíos. En cambio al Excalibur lo teníamos ahí enfrente. Sólo había que cruzar el puente aéreo por el Strip, y listo. Además yo ya conocía cómo suelen ser las habitaciones de ese tipo de hotel por haber estado en el Mirage un par de años atrás y están bárbaras. Las camas son gigantes y bien cómodas, tienen bañeras grandes, alfombras altas, frigobar, TVs inmensas y lo que ningún motel puede siquiera alcanzar, la vista. Unos ventanales enormes desde los cuales se ve todo Las Vegas... A esta altura, estimado/a lector/a, pensará Usted que yo estaba más excitado por volver a una de esas habitaciones que por la promesa de sexo con una italiana. Bueno, créame que no. Solamente quería graficar el porqué de mi duda en aquel momento. Pasa que al estar cruzando el último puente para llegar al hotel se me planteó el siguiente problema: la amiga de la tana, Carmela!!! Supuestamente estaba en la habitación, y en el peor de los casos, dormida!. Fue ahí, antes de entrar al lobby del Excalibur, cuando le propuse de cambiar e irnos para mi humilde Motel 6. Después de todo no estaba tan mal. La cama era de dos plazas, estaba limpio, el baño no era inmenso pero tenía una buena bañera, teníamos tele con cable y abajo había un par de maquinas dispensadoras de porquerías, entiéndase papas fritas, gaseosas, etc, etc... (¿?) Intenté convencerla en italiano e inglés. Mi hotel era la mejor opción, y tenía el plus que si ella quería, podía quedarse a dormir, pasar la noche y amanecer conmigo. Al día siguiente la alcanzaría con el auto. De última, también, si no quería pasar toda la noche, después la alcanzaba a su hotel. Pero no hubo caso. Decía que no habia problema, que estaba todo bien, que la llamaba por teléfono a la amiga, y ella nos dejaba la habitación para los dos un buen rato. No me iba a poner a discutir. Ya estábamos ahí y quedamos en que si Carmela estaba durmiendo o se ponía en ortiva, íbamos a mi hotel.
Cuestión que fuimos al mostrados del lobby, Giulia se acercó, le preguntó algo a una de las recepcionistas, volvió y me dijo:
-Andiamo.
Nos tomamos de la mano e hicimos unos metros hasta los teléfonos. Yo estaba medio desorientado entre tanta parefernalia caricaturesca del Rey Arturo, las maquinitas tragamonedas que están por todos lados, y la tana que me llevaba de un lado a otro hablando a veces en un dialecto italiano (supongo piamontese) que me costaba entenderle. Miré un poco a mi alrededor y sin darme cuenta, Giulia ya estaba hablando por un teléfono. No quería escuchar o meterme en la conversación, y sólo me limité a tomarla de la cintura por detrás, jugar con su panza y hacerle mimos. Vaya limitación... En fin, en menos de dos minutos Giulia colgó. Se dio vuelta y quedamos cara a cara.
-Ok,- me dijo- tutto bene...- me dio un beso-... aspetiamo dieci...- le di un beso yo-... cinque minuti...- y no pudo terminar la frase porque nos besamos de nuevo.
Nos quedamos ahí junto a los teléfonos que estaban ubicados a unos metros de donde están los ascensores, a esperar que Carmela baje. Sólo quedaba un sólo obstáculo más. A partir de cierta hora, generalmente las 9 pm, sólamente pueden pasar al hall de los ascensores y por ende subir a las habitaciones sólamente quienes se alojan en el hotel. Supuestamente durante todo el día, pero a la mañana o a la tarde está todo bien. En cambio a la noche ponen unos guardias controlando que quienes pasen sean huéspedes del hotel, con el propósito, supongo, digo, de pronto, me parece, de controlar un poco que no se armen tantas "fiestas", habiendo una gran oferta y demanda de sexo, no en persona y callejero, pero sí en avisos, anuncios y hasta revistas dedicadas exclusivamente a "vender" servicios de ese tipo... Y para poder pasar a los ascensores, entonces, había que mostrarles a los patovas la tarjeta magnética que se usa para abrir la puerta de la habitación. Es decir, cada persona que sube tiene que tener su tarjeta. Y yo, obviamente, no tenía. Le comuniqué el problema a Giulia y muy rápidamente me lo solucionó. En principio me pidió una tarjeta de cualquier cosa. Busqué en mi billetera y le di opciones: mi Visa, la del Videoclub, la de débito, la de mi Motel 6... Asombrosamente esta última era parecida a la del Excalibur en el dorso, y casi igual en el anverso. Se la di. Ella se encargaría de mostrarle al tipo las dos tarjetas juntas confiando en que no las chequearía en detalle, ya que no suelen hacerlo, y sólo miran por encima.
En cinco minutos más o menos, mientras estábamos chapando junto a la pared (y... ya teníamos unas ganas de subir...), vimos pasar a Carmela, obviamente con cara de culo, y dirigirse hacia el casino. Nos miramos y me dijo de nuevo la palabra mágica:
-Andiamo.
(continuará)
Cap. 2.4
El Excalibur está ubicado en una de las mejores esquinas de Las Vegas, donde también están El Tropicana, el New York, New York y el MGM Grand. Sin embargo no es uno de los mejores ni más lindos hoteles/casino. Se parece más a Disney que a un castillo del medio evo, que es lo que intenta simular con su decoracion exagerada de la época feudal. Mucho caballero enlatado, mucho dragón, un Mago Merlín por ahí, y alguna que otra hada dando vueltas. Todo de colores violetas, rosas y blancos y alfombras azules y rojas...
En un principio me pareció copada la idea de que vayamos a su habitación. Un hotel grande siempre es mejor que un motel, que encima estaba un poco alejado. Pero a medida que íbamos saliendo del casino del MGM y nos encaminábamos hacia el Excalibur comencé a pensar si esa habría sido la mejor opción a pesar que la ruleta ya había decidido por nosotros. Por un lado, como ya dije, el Motel 6 en el que yo dormía quedaba a unas cuadras (largas). Eran unos 15-20 minutos pateando en la nada, porque para llegar había que cruzar dos avenidas grandes, una autopista y dos grandes terrenos baldíos. En cambio al Excalibur lo teníamos ahí enfrente. Sólo había que cruzar el puente aéreo por el Strip, y listo. Además yo ya conocía cómo suelen ser las habitaciones de ese tipo de hotel por haber estado en el Mirage un par de años atrás y están bárbaras. Las camas son gigantes y bien cómodas, tienen bañeras grandes, alfombras altas, frigobar, TVs inmensas y lo que ningún motel puede siquiera alcanzar, la vista. Unos ventanales enormes desde los cuales se ve todo Las Vegas... A esta altura, estimado/a lector/a, pensará Usted que yo estaba más excitado por volver a una de esas habitaciones que por la promesa de sexo con una italiana. Bueno, créame que no. Solamente quería graficar el porqué de mi duda en aquel momento. Pasa que al estar cruzando el último puente para llegar al hotel se me planteó el siguiente problema: la amiga de la tana, Carmela!!! Supuestamente estaba en la habitación, y en el peor de los casos, dormida!. Fue ahí, antes de entrar al lobby del Excalibur, cuando le propuse de cambiar e irnos para mi humilde Motel 6. Después de todo no estaba tan mal. La cama era de dos plazas, estaba limpio, el baño no era inmenso pero tenía una buena bañera, teníamos tele con cable y abajo había un par de maquinas dispensadoras de porquerías, entiéndase papas fritas, gaseosas, etc, etc... (¿?) Intenté convencerla en italiano e inglés. Mi hotel era la mejor opción, y tenía el plus que si ella quería, podía quedarse a dormir, pasar la noche y amanecer conmigo. Al día siguiente la alcanzaría con el auto. De última, también, si no quería pasar toda la noche, después la alcanzaba a su hotel. Pero no hubo caso. Decía que no habia problema, que estaba todo bien, que la llamaba por teléfono a la amiga, y ella nos dejaba la habitación para los dos un buen rato. No me iba a poner a discutir. Ya estábamos ahí y quedamos en que si Carmela estaba durmiendo o se ponía en ortiva, íbamos a mi hotel.
Cuestión que fuimos al mostrados del lobby, Giulia se acercó, le preguntó algo a una de las recepcionistas, volvió y me dijo:
-Andiamo.
Nos tomamos de la mano e hicimos unos metros hasta los teléfonos. Yo estaba medio desorientado entre tanta parefernalia caricaturesca del Rey Arturo, las maquinitas tragamonedas que están por todos lados, y la tana que me llevaba de un lado a otro hablando a veces en un dialecto italiano (supongo piamontese) que me costaba entenderle. Miré un poco a mi alrededor y sin darme cuenta, Giulia ya estaba hablando por un teléfono. No quería escuchar o meterme en la conversación, y sólo me limité a tomarla de la cintura por detrás, jugar con su panza y hacerle mimos. Vaya limitación... En fin, en menos de dos minutos Giulia colgó. Se dio vuelta y quedamos cara a cara.
-Ok,- me dijo- tutto bene...- me dio un beso-... aspetiamo dieci...- le di un beso yo-... cinque minuti...- y no pudo terminar la frase porque nos besamos de nuevo.
Nos quedamos ahí junto a los teléfonos que estaban ubicados a unos metros de donde están los ascensores, a esperar que Carmela baje. Sólo quedaba un sólo obstáculo más. A partir de cierta hora, generalmente las 9 pm, sólamente pueden pasar al hall de los ascensores y por ende subir a las habitaciones sólamente quienes se alojan en el hotel. Supuestamente durante todo el día, pero a la mañana o a la tarde está todo bien. En cambio a la noche ponen unos guardias controlando que quienes pasen sean huéspedes del hotel, con el propósito, supongo, digo, de pronto, me parece, de controlar un poco que no se armen tantas "fiestas", habiendo una gran oferta y demanda de sexo, no en persona y callejero, pero sí en avisos, anuncios y hasta revistas dedicadas exclusivamente a "vender" servicios de ese tipo... Y para poder pasar a los ascensores, entonces, había que mostrarles a los patovas la tarjeta magnética que se usa para abrir la puerta de la habitación. Es decir, cada persona que sube tiene que tener su tarjeta. Y yo, obviamente, no tenía. Le comuniqué el problema a Giulia y muy rápidamente me lo solucionó. En principio me pidió una tarjeta de cualquier cosa. Busqué en mi billetera y le di opciones: mi Visa, la del Videoclub, la de débito, la de mi Motel 6... Asombrosamente esta última era parecida a la del Excalibur en el dorso, y casi igual en el anverso. Se la di. Ella se encargaría de mostrarle al tipo las dos tarjetas juntas confiando en que no las chequearía en detalle, ya que no suelen hacerlo, y sólo miran por encima.
En cinco minutos más o menos, mientras estábamos chapando junto a la pared (y... ya teníamos unas ganas de subir...), vimos pasar a Carmela, obviamente con cara de culo, y dirigirse hacia el casino. Nos miramos y me dijo de nuevo la palabra mágica:
-Andiamo.
(continuará)
2 Comments:
NO ME DIGASQUE POR UNA TARJETA PEDORRA NO TE DEJARON PASAR???? PLZ QUEREM0S MAS PRONTO!!!
jajaj! si! Más! Ya! Y no se cruzaron con un Elvis en el ascensor?
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