La vi ayer, entre las millones de personas que caminaban y miraban vidrieras desesperadas por comprar un regalo para el día del padre en Acoyte y Rivadavia. Estaba igual de linda que la última vez. Y lo peor de todo es que no recuerdo cuándo fue esa última vez. Sí estoy seguro que fue hace mucho tiempo. Pero mucho tiempo en serio. Ponele seis, siete años. Y digo "lo peor", porque no recuerdo exactamente cuando fue la última vez que la miré a los ojos, o la última vez que nos dimos un beso, o siquiera hablamos, porque simplemente ella después siguió con su vida y yo con la mía, y ya. Perdimos el contacto. Obviamente sé dónde vive o por lo menos dónde sigue viviendo su familia si es que ella se mudó, se casó o lo que sea. Tengo su teléfono, como ella también tiene el mio. Y sin embargo desde hace esa cantidad de tiempo que no nos llamamos ni sabemos nada el uno del otro...
Y ayer la vi de nuevo. Entre toda esa gente vi su cara y la reconocí al toque. Cara, ojos negros, pelo negro, naricita, boca que conocía de memoria y nunca, según comprobé, pude olvidarme. Fue un flash, unos pocos segundos. No creo que me haya visto ella a mí. Y me latió el corazón más rápido, lo normal en estos casos. Dudé unos milisegundos, y decidí seguir caminando. Y ella desapareció. Obviamente no llegué a hacer tres pasos y ya me había arrepentido. Di media vuelta y la busqué. Recorrí la galería una vez. Dos veces. Inutil. Y era demasiado tarde. Seguro que pasarán varios años haste el próximo encuentro. O no. Quién sabe.

Ah, sí. Fue la primera chica de las dos que estuve enamorado realmente en toda mi vida. Pequeño dato.